Introducción
“Martirio” es una novela de ficción autobiográfica que retrata la vida de un hombre mancillado por el destino. León, el escritor —el niño, el adolescente, el adulto— y sus heterónimos narran sus existencias guiadas por el recuerdo. La ciudad, donde yacen los espíritus, susurra secretos en la vorágine del tiempo. Así, el eco de los pasos, en cada rincón del metraje, resuena como una efeméride: un futuro no escrito. ¿Alguna vez se han sentido abrumados por la vida que nos corresponde? No es casualidad: es un letargo de inseguridades en un mundo desafiante; innegables son tales hechos; el lector se embarcará en la confesión del autor. Fe, herejía, resurrección: los pilares que sustentan las vicisitudes del narrador. Identidad, honestidad intelectual y legado son los aspectos de la obra. Todo confluye en pensamientos y banalidades, en deseos y amores, que se perciben como una nimiedad en el Universo.
El lenguaje en la novela, más que una recopilación de crónicas y testimonios, dilucida sobre la relación humana con la muerte y la vida: una cercanía a la verdad. “Martirio” discierne sobre la realidad del protagonista y sus espectros: los leyentes en otro espacio-tiempo. Y, sin embargo, esa realidad tergiversa la ficción, sus metanarrativas y su riqueza histórica; un libro de escenarios y voces, prisioneros del olvido. Y así, de relato en relato, los personajes y sus enigmas confluyen. De sus existencias describen odios, pasiones y venganzas; los vestigios han sido grabados.
Más de cuatro libros transcurrieron entre el primer escrito y “Martirio”, y otros tantos entre “Martirio” y los cuentos no publicados. Cuentos y poemas que ahora forman parte de este ejemplar, reescritos como quimeras o falsos entendimientos. Dos sucesos marcaron la culminación de la novela y su consecución: el primero, el deambular por la capital con sus fantasmas y sus historias; el segundo, el éxodo de los actores, alejados de sus reminiscencias y de sí mismos. Es claro, entonces, que la Muerte, a juicio del prosista, es introspectiva. Nada de autocompasión: lujuria, fatalidad, violencia; el fuego se aviva: —«La lluvia solloza en el cementerio.»

Que orgullo Luis Carlos, rendirle culto a la palabra es toda una proeza en estos tiempos de afán y levedad🤘🏻
ResponderEliminarQue orgullo Luis Carlos, rendirle culto a la palabra es toda una proeza en estos tiempos de afán y levedad🤘🏻Oscar Galán
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