Aura de noche en el invierno terrenal
Eres la senda y el albar de vida
Eres la belleza l贸brega y divina
Ciudad de deseo y amor inmortal
(C. LE脫N)
En Halloween, los fantasmas surg铆an en las tinieblas de la noche, y mi esp铆ritu —s铆, mi atormentado esp铆ritu— agonizaba delirante. Ahora, cuando termine de escribir estas l铆neas, las l谩grimas se tallar谩n en la piel, y sabr茅, —¡ah, por los dioses que sabr茅! — por qu茅 viv铆 y por qu茅 morir茅.
Era una tarde, de un mes lejano, de un a帽o perdido en el tedio y lo m谩s profundo de mi sufrimiento. Llegu茅 al Norte de la ciudad y entr茅 en un bar. Contempl茅 en la pared unos cuadros que evocaron mi juventud y… suspir茅. ¡Ah, el tiempo lo borra todo, incluso lo que llamamos amor!
Solicit茅 una botella de aguardiente a la camarera: una joven vestida con una camiseta y un pantal贸n ce帽ido. Beb铆 dos o tres copas y el suplicio llam贸 a mi puerta. La m煤sica comenz贸 a sonar: una melod铆a cuyo creador ya parti贸 de este mundo hacia las estrellas. Dese茅 fumar un cigarrillo, y no hab铆a terminado de encenderlo cuando escuch茅 alguien que me llamaba. Aquella voz no pertenec铆a a la mujer que me hab铆a traicionado, ni a ninguna otra de mis amantes. Era una voz sensual, tan dulce que ahond贸 en mi coraz贸n: «¡Hola, cari帽o!»
Observ茅 c贸mo una mujer jugueteaba con su cabello a la luz de las velas. Curv茅 mis labios en una sonrisa y pens茅: «Tiene un rostro c谩lido, pero… esos ojos, ¿por qu茅 se ven tan fr铆os y a la vez tan bellos?»
Ella se humedeci贸 los labios, cruz贸 las piernas y apoy贸 los codos en la mesa. Bebi贸 un trago de vino, y la mir茅 con deseo… Para mi sorpresa, en un abrir y cerrar de ojos, desapareci贸.
Tom茅 la botella de aguardiente y sal铆 del bar. Atraves茅 la avenida. Camin茅 m谩s r谩pido y, al llegar a la estatua de la Virgen del Carmen, la niebla se espes贸 a mi alrededor. Mir茅 el reloj: eran las once menos cinco. Me acerqu茅 a la estaci贸n del tren, levant茅 la vista hacia el cielo y contempl茅 la luna con los ojos puestos en el pasado.
«Ya no me queda nada», comprend铆, afligido. Di un paso, luego otro, y as铆 avanc茅. De pronto, el viento sopl贸 con fuerza y distingu铆 un grupo de personas sentadas alrededor de una fogata, cuya luz iluminaba el terreno. En cuanto me aproxim茅, un viejo se puso de pie y me invit贸 a sentarme. Recuerdo con claridad su vestimenta: traje de chaqu茅 oscuro, sombrero de pa帽o fino, corbata y un bast贸n en la mano derecha. Ten铆a el cabello largo, enmara帽ado, y las canas le cubr铆an el rostro surcado por arrugas. Tos铆a con dolor; era un carraspeo. Vi tambi茅n a una anciana de peque帽a estatura y ojos esmeralda. Vest铆a un saco holgado y una falda larga. Por su aspecto, calcul茅 que tendr铆a unos setenta u ochenta a帽os. A su lado, dos gemelos jugaban con sus mu帽ecos, y junto a ellos, una pareja t铆mida.
«¿Acaso no es este el hombre que mat贸 a su amante en el puente de Las Nieves…? —pens茅.»
Un joven, de espaldas, permanec铆a apartado. Su figura era apesadumbrada y silenciosa. Todos eran flaqu铆simos y vest铆an trajes negros. Enmudecieron cuando el viejo me pidi贸 algo de beber. Saqu茅 la botella, a煤n con m谩s de la mitad del contenido, se la ofrec铆 y 茅l tom贸 un sorbo:
—¡Bebamos! ¡Brindemos por los muertos y por los vivos! —exclam贸 al regar un poco de alcohol en el piso—. ¡Para las benditas 谩nimas!
A medida que la niebla se disipaba y flotaba sobre el suelo, el viejo bebi贸 otro trago, clav贸 su bast贸n y comenz贸 un relato.
—La historia que escuchar谩n sucedi贸 en 1945. Presten atenci贸n —y prosigui贸:
—«La estaci贸n del tren era una casa que conectaba las v铆as del Norte con las del Sur. De d铆a, el tren viajaba a los pueblos cercanos; de noche, se dirig铆a a Bogot谩. La ruta era tan conocida, que cierto d铆a, un extranjero llamado Adelfried Strauffenberg, nieto de un alem谩n residente en el Valle de Tenza, aprovech贸 un golpe de suerte —o de ingenio, vayan ustedes a saber—, y cre贸, a partir de una leyenda, el recorrido tur铆stico denominado El Viaje del Amor Prohibido.
»Este hac铆a referencia a una historia, contada por los gu铆as a los pasajeros del tren con tal intensidad, que al viajar en los vagones de primera o segunda clase, se sent铆a el pasado hecho presente. Gracias a su ingeniosa idea, Strauffenberg se convirti贸 en uno de los hombres m谩s adinerados de la regi贸n. En pocos a帽os, el recorrido atrajo enamorados de todo el pa铆s a Tunja. Incluso, la leyenda cruz贸 las fronteras de Colombia.
»En pocas horas, el tren recorr铆a ciento setenta y nueve kil贸metros de hermos铆simos paisajes hasta la 煤ltima estaci贸n del altiplano central. En cada parada, los pasajeros encontraban fragmentos de la historia ind铆gena, escritos en varios idiomas, y decorados con dibujos.
»La historia transportaba a los viajeros al tiempo de Hunzah煤a, primer Zaque del pueblo Muisca, y su hermana Noncet谩, quienes fueron desterrados por incesto. Se refugiaron en la provincia de Los Chipataes. All铆, convertidos en esposos, se entregaron al amor bajo el hechizo de la naturaleza. Sus cuerpos, de piel cobriza, se unieron entre algodones y el sol. El cabello de ambos danzaba en el viento, testigo de su pasi贸n. Noncet谩, seducida por un beso en el cuello, se entreg贸 al deseo, y una nueva vida comenz贸 a latir en su vientre.
»Con el tiempo, Hunzah煤a y Noncet谩 a帽oraron la tierra de sus padres, y decidieron volver para afrontar su aciago destino. Noncet谩 fue directo a casa y Hunzah煤a subi贸 a los Cojines del Zaque. La mujer esper贸 junto a una piedra, donde fue descubierta por su madre, la Cacica Faravita. La vieja, al ver que los pechos y vientre de la joven hab铆an crecido, e informada del regreso de sus hijos, intent贸 castigarla arroj谩ndole un madero. Noncet谩 se ocult贸 tras una vasija y lo esquiv贸. Al correr, derram贸 la chicha. As铆 se cre贸 un pozo sin fondo.
»Mientras tanto, Hunzah煤a finalizaba un ritual en honor al sol. Al regresar, al ser acusado de su pecado, parti贸 al Sur. Camin贸 hasta la Loma de los Ahorcados, hoy el Alto de San L谩zaro, donde encontr贸 a Noncet谩 y, con voz potente, maldijo la tierra:
“¡Hunza!, ser谩s est茅ril; ya nunca m谩s, ni flores, ni 谩rboles ver谩n tu maldito suelo; la tierra que te sostiene ser谩 desnuda y barrancosa, y no tendr谩s m谩s compa帽eros que el viento y el fr铆o.
»Viajaron a Susa y cruzaron Bacat谩. Poco despu茅s de anochecido, en una cueva, naci贸 el ni帽o de los pecadores. Al primer contacto con el aire, se convirti贸 en piedra, y al instante se quebr贸. Afligidos, los enamorados se petrificaron en medio del Salto del Tequendama. Todo concluy贸 con un beso».
Al culminar la historia, el viejo bebi贸 un 煤ltimo trago de aguardiente. La nostalgia me envolvi贸. Entonces, las luces de los faroles comenzaron a apagarse, una tras otra, una tras otra y… un escalofr铆o recorri贸 mi espalda. De s煤bito, una figura emergi贸 de la penumbra y… se acerc贸. ¡Era la mujer del bar! ¡El asombro y el terror me paralizaron!
Ella se acerc贸 y con total naturalidad, atraves贸 mi cuerpo. As铆, a sotavento, el tren apareci贸. La mujer sombr铆a tom贸 del cuello al joven que estaba a mi lado y subieron al primer vag贸n. Los dem谩s los siguieron. El tren parti贸 por la v铆a cincuenta y cinco, y se perdi贸 en el horizonte… iluminado por el plenilunio de medianoche.
Historia: Luis Carlos Roa Gil
Ilustraci贸n: Duv谩n Camilo Rojas Cruz
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