lunes, 10 de octubre de 2022

Ensueño


 

El viejo se sienta en el parque, junto al Obelisco a los Mártires. Es un hombrecillo arrugado, tan flaco como feo. Su nombre es Secundino, pero todos le dicen el Tuerto. Le gusta masticar tabaco para olvidar sus penas. En las tardes él les da de comer a las palomas; parte un pedazo de pan, lo convierte en trozos pequeños y los arroja.

«No hay peor ilusión que vivir de glorias pasadas.» El viejo se pregunta cuándo vendrán sus hijos a visitarlo. ¿Qué le traerán?, acaso, ¿ya tiene más nietos? «Espero verlos antes de la Víspera de Todos los Santos.»

Cuando era joven, Secundino patrullaba el campo junto con sus compañeros, ofrecían protección a las caravanas que salían a la capital. Los rebeldes habían amenazado la ciudad, y era bien sabido que estar en la milicia era peligroso, sumamente peligroso. Al llegar a lo más profundo del recorrido encontraron árboles caídos. Creo que ahora algo no está bien. Me pregunto si Secundino sabrá lo que le va a pasar, seguro que no. El combate fue terrible y Secundino resistió con valentía: saltó del caballo y se lanzó a salvar la vida de los demás; pero entonces…

¡No está aquí! —exclamó—. ¿A quién demonios estábamos protegiendo?

¡Lo habían engañado!

«¡Es una maldita mentira! Y ellos… ellos no eran más que los niños del barrio…»

Durante un momento sintió pena por los rebeldes, sus cadáveres en el camino emergieron deslumbrantes en medio de las tinieblas.

Bien, señor Secundino, es hora de regresar…

Desde entonces el viejo vuelve a contemplar a los pequeños, sus sonrisas bajo esos ojos de ternura, sus disfraces.


@roagilluis

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