—Muy bien, muy
bien Oreo. Me has traído un ave muerta, es un copetón, ¿verdad? —preguntó el
hombre al tiempo que dejaba la colilla de cigarrillo en el cenicero.
—Puurr, puuurr —el gato se tumbó en el regazo y se puso a ronronear.
—Se ve más hermoso muerto que vivo. Te cuento que me han echado del
trabajo; ¿sabes la razón?, pues por envidia. De nada sirvió partirme el lomo
durante cinco años, y…, ¿qué recibí a cambio? Ni una recomendación, ni un puto reconocimiento:
¡miserables! Ah, pero eso sí, mi puesto lo ocupó Andrea, todos sabemos que su
poder lo tiene entre las piernas. Lo mejor es no enamorarse de una mujer como
ella, como ella…
—Puurr, puuurr.
—Iré a la fiesta de Halloween, si no regreso, ya sabes qué
hacer.
El gato se levantó y se perdió en la penumbra.
Esa noche, o mejor, esa madrugada, el hombre bebió a más no poder. Miró a
una mujer vestida de enfermera. ¡Por Dios santo!, justo como se la recetó el
médico; así era como le gustaban que se movieran. Supongamos que, con lo poco
que le quedaba, podría hacerla suya. Conseguir dinero era sencillo, pero tener
lo suficiente para saciar sus deseos era un problema. Y sí, se ligó a Celeste.
¿Por qué habría de arrepentirse por vivir a costa de ella? No la amaba, quería
su fortuna, su riqueza. Ahora se irían de luna de miel, quizá encontrarían una
forma de pasar el tiempo.
—Cielo, ¿estás lista?
—Sí, aguarda un momento —contestó la mujer y tomaron rumbo a su mansión
en la playa.
Y en la estancia junto a la chimenea:
—Hazme sentir bella de nuevo.
«¿Qué más da un poco de romance?»
—No me digas que no me amas.
—Por supuesto que te amo, cariño —y la llevó en brazos a la cama. «Esto
es tan sencillo.»
No estaba del todo mal. Celeste tenía más de lo que pensaba el hombre.
Pronto los gemidos se desvanecieron a medida que las velas se consumían. Ya era
hora de deshacerse de Celeste y así lo hizo… El hombre regresó a casa, y, al
atravesar el umbral de la puerta, se encontró de nuevo, en la playa, ¿en la
mansión?
«¿Qué es esta brujería?»
La chimenea había dejado de arder.
—¿Pensabas en aprovecharte de mí? —preguntó la voz de… de ¿Celeste?
—¡Como así!, si… ¡si te maté!
—No seas iluso: "Más sabe el diablo por viejo que por diablo",
y yo, yo seguiré viviendo.
—Pero… —retrocedió, sombrío.
—Los hombres son tan patéticos y predecibles.
El gato maulló junto al cadáver del hombre y su espíritu descendió al
Infierno.
@roagilluis